10.08.2006

Una mala noche..




Llegó la hora a la que tanto me había resistido y vienen a mi cabeza extrañas imágenes de angustia y llanto, de resistencia ante lo nuevo, de sentirme en soledad por primera vez. No estaba preparada para este momento y es que no preveo nada. Sabía que el día llegaría pero esperaba que el tiempo pasara mas lento y no tener que pasar de nuevo por ese delicado momento.
La primera vez para mí fue tan doloroso…claro que una se va acostumbrando a todo y el dolor se va minimiza hasta formar parte de ti que ya ni lo sientes. Demasiadas cosas se cruzan por mi cabeza y siento la impaciencia por saber si todo va a salir bien o si por el contrario no podré resistirlo. Creo que hay ciertas cosas que definitivamente uno no pierde por más que crezca, y es que le temo a lo desconocido.
Salgo del trabajo con la cartera en una mano sudorosa y con los nudillos blancos de apretar con tanta fuerza los tirantes. La ropa esta algo arrugada después de haber pasado todo el día ajetreando entre muchachos y papeles, la aliso un poco y me peino ¿Estaré bien así? Tengo muchos nervios y unas ganas locas de orinar, pero debo apurarme o perderé el bus. Tendré que aguantar. Bostezo y parpadeo para terminar de aclarar mi mente, y me aproximo a la parada del bus que siempre tarda cuando una esta apurada, me paro en una pierna y me la rasco con el zapato.
La noche anterior estuve sin dormir por la llegada de ese día, dando vueltas en la cama, la almohada caliente la volteaba de un lado al otro, me apoyaba en el medio y en las esquinas, y me colocaba por ambos lados, quitándome la sábana de encima, volviéndola a poner. Por ratos sudando y luego escalofríos, me pongo un franelón...me desnudo…
La brisa de la noche se había ido de paseo, ni una hoja se movía ahí afuera. Las cortinas quietas, como muertas, el pin, pin de una gota que retumbaba irrumpiendo el silencio como si fuera un martillo, sonidos que me ensordecen, el perro ladrando ahí afuera algún animal o tendría pesadillas, mi esposo roncando al otro lado de la cama y las chicharras haciendo un ruido infernal…todo esto me mantenía sin sueño. Necesitaba dormir y descansar porque el día siguiente era un día especial, y aunque ya crecí, siento miedo de las cosas nuevas y de repente me veo de nuevo aquí, esperando el bus y me paro de nuevo en una pierna para rascármela con el zapato.
Todo el camino pensando en lo que sucedería, sigo sudando y me repito…¡Ni que fuera la primera vez!
Llego a mi parada, ya estoy cerca del lugar de mi cita, solo unos metros me separan de la puerta en donde me esperan. Arreglo mis cabellos, sujeto de nuevo el bolso y me atrevo a tocar el timbre…
- Soy la abuela de Adriana…digo y de pronto ahí estaba, corriendo hacia mi a través de un largo pasillo con los brazos extendidos y con una sonrisa de oreja a oreja...se avalanza sobre mi y me da un abrazo como nunca había sentido, mi angustia por saberla con personas extrañas, su posible llanto y resistencia para quedarse, el miedo a que se sintiera sola en un lugar desconocido…todo eso desapareció de mi cuando la vi jugando con sus nuevos amigos en un bonito lugar que desde ahora seria otra casa para mi querida chacha.
Que mezcla tan divina de orgullo y tristeza sentí en ese lugar cuando la vi al llegar ahí y cruzar esa puerta. ¡Era mi bebé! y ya había dejado la casa, en un tiempito mas a la escuela y luego sin darme cuenta ya mi Chachita sería toda una adolescente pero jamás voy a olvidar estos primeros años en los que me dediqué solo a ser..su abuela.









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